¿Alguna vez te has parado a pensar en todo el conocimiento que se ha perdido a lo largo de la historia?
Los textos de la época clásica que han llegado hasta nuestros días son solo una ínfima parte del total que se ha perdido. Perdido en catástrofes naturales como inundaciones, terremotos, incendios. O catástrofes menos naturales como saqueos, asaltos, guerras…
También se dice que el 90% de los manuscritos medievales de relatos caballerescos y heroicos han desaparecido o fueron destruidos.
Es decir, que toda mi infancia (y la de Don Quijote) fue marcada solo por un 10% de un total que nunca jamás conoceré.
Imagínate la cantidad de cuentos, gestas e historias alucinantes que nunca llegarán a nuestras estanterías.
Esto respecto a textos que fueron escritos alguna vez…
Pero piensa ahora en todas aquellas historias que nunca se escribieron. En un pasado donde saber escribir era un privilegio, las historias iban de boca en boca hasta que no había bocas para contarlas ni oídos para escucharlas.
Es abrumador (y bastante deprimente) pensar en la cantidad de historias, reales o ficticias, que han desaparecido a lo largo de los milenios y que nunca nadie conocerá.
Nunca.
Historias que se han perdido para siempre.
¿Y este dato tan deprimente qué tiene que ver con la IA?
Pues precisamente porque es un dato, al igual que todos los textos escritos o sin escribir, que también son datos. Los datos, perdidos o destruidos, también son datos.
Y si algo hace bien la IA es entender y deducir datos.
¿Adónde voy con esto?
Es largo, confuso y complicado para un simple email. Pero quédate con esto: la IA tiene la maravillosa capacidad de «recuperar» lo irrecuperable a través de la deducción inversa de datos.
En otras palabras, puede recuperar historias perdidas a través de conjeturas muy sólidas y realistas.
Una maravilla de la que ya te hablaré.
Un saludo.